Coincidiendo con el treinta y
dos aniversario del golpe de Estado de 1981, el senador del PNV por
Vizcaya, Iñaki Anasagasti, acaba de publicar en su blog un relato
autorizado de aquel 23-F que de confirmarse en cualquiera de sus
extremos supondría que lejos de salvar la democracia, como proclama la
versión oficial, el Rey Juan Carlos estuvo implicado en el “tejerazo” y
podría ser reo de un delito de Alta Traición a la Nación. Se trata de la
transcripción de las confesiones que, según el político vasco, le hizo
el secretario de la Casa Real, el general Sabino Fernández Campos, sobre
aquellas dramáticas horas en que un grupo de guardias civiles al mando
del teniente coronel Antonio Tejero Molina tomó al asalto el Congreso de
los Diputados, con el apoyo de mandos del CESID (el antiguo CNI) y de
varios destacados generales monárquicos.
Lo divulgado por Anasagastí abunda en detalles sobre la presunta
complicidad de Juan Carlos con la intentona golpista. Las notas de
“recuerdos” que el entonces máximo colaborador del monarca mostró al
senador peneuvista señalan no sólo que el Rey estaba al tanto de lo que
iba a ocurrir en la Cámara el 23-F, sino que incluso él, la reina y un
estrecho círculo de colaboradores fueron sorprendidos por Fernández
Campos brindado con champan al poco de producirse el asalto. El relato
que sobre este extremo hace Anasagastí es un feroz esperpento:
“Y así, ya con "todas las moscas detrás de la oreja", me dirigí de
nuevo al despacho de Su Majestad y cuando entré me llevé la sorpresa de
la noche, qué digo, la sorpresa de mi vida. Porque allí se estaba
brindando. Y eso me nubló la mente y me enfureció. Así que, y ya sin
protocolos, me dirigí a Su Majestad y sin pensarlo le dije mirándole de
frente:
-- ¡Señor!... ¿Está usted loco? Estamos al borde del precipicio y
usted brindando con champán --y casi grité-- ¡Señor!, ¿no se da cuenta
de que la Monarquía está en peligro? ¿No se da cuenta que puede ser el
final de su reinado? ¡¡¡Recuerde lo que le pasó a su abuelo!!!
Entonces la cara del Rey cambió de color y vi como sus manos le
empezaron a temblar y en voz casi inaudible mandó salir a los allí
presentes, que de inmediato abandonaron el despacho. Todos, menos la
Reina, que tenía cara de póquer”.
Lo revelado mediante persona interpuesta por el senador del PNV
resulta coherente con algunos de “los misterios” sobre el 23-F que
vienen arrastrándose desde 1981 sin que ninguno de la innumerables
reportajes, libros o trabajos de investigación periodísticos los hayan
desmentidos. A saber: la presencia en el Congreso junto a los golpistas
del general Alfonso Armada Comyn, segundo Jefe de Estado Mayor y primer
secretario de la Casa del Rey; el libro de memorias que bajo el nombre
de “Al servicio de la Corona” escribió Armada como descargo de
conciencia tras se condenado y expulsado del Ejército con deshonor; el
hecho insólito de la tardanza del Rey en aparecer en TVE para mandar a
los generales sublevados que depusieran su actitud; la increíble
expresión de “ante la situación creada por los sucesos desarrollados en
el Palacio del Congreso” utilizada por Juan Carlos en el mensaje
televisado para referirse a la banda de militares armados que tenían a
los representantes de la nación bajo la mira de sus fusiles; el
entusiasta bando de adhesión del más monárquico de los militares
españoles, el capitán general Jaime Milans del Bosch, emitido al sacar a
los tanques a la calle en Valencia; la enigmática frase ”después de
esto ya no me puedo volver atrás”, con que el Rey conminó a Milans para
que retirara el estado de excepción en su demarcación; la cobertura
logística facilitada por el CESID o, en fin, la muy anómala
circunstancia de que tres décadas después de producirse los hechos aún
sean secreto de Estado los registros de las conversaciones telefónicas
habidas entre los protagonistas del golpe.
El Rey Juan Carlos, Jefe del Estadio y Jefe de las Fuerzas Armadas,
goza de total inmunidad por blindaje constitucional, lo que le exime de
cualquier responsabilidad en delitos que, como el caso Nóos, pudieran
salpicarle. Por más que, como acaban de publicar diarios tan
prestigiosos como el New York Times y el International Herald Tribune,
Zarzuela y los servicios secretos hayan ejercido presiones para
neutralizar el escándalo de corrupción que salpica de lleno a la Casa
Real. Pero la causa de Alta Traición no tiene enmienda posible y en la
Casa de Borbón existen precedentes recientes de ello. Su abuelo Afonso
XIII fue condenado en 1931 por un delito de Alta Traición por las Cortes
Constituyentes de la Segunda República, quedando “degradado de todas
sus dignidades, derechos y títulos, que no podrá ostentar ni dentro ni
fuera de España, de los cuales el pueblo español, por boca de sus
representantes elegidos para votar las nuevas normas del Estado español, le declara decaído, sin que se pueda reivindicarlos jamás ni para él ni para sus sucesores”.
En estos días un militar en excedencia, el coronel Amadeo Martínez
Inglés, está procesado por haber enviado un escrito al Parlamento
solitando que se abra una investigación para aclarar la presunta
implicación del Rey en el Golpe de Estadio derl 23-F.
Rafael Cid
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