jueves, 24 de abril de 2014

82 Aberri Egunas


Ha pasado ya un nuevo Aberri Eguna que ya es viejo. ¿Cuántos van ya?. Exactamente 82. En el primero se dijo que esa fecha iba a ser famosa en la historia futura de nuestro pueblo. Acertaron, es famosa, pero poco más. Celebrar década tras década el día de una patria que no tiene reconocido ningún derecho nacional es celebrar en cierta manera una inexistencia, un vacío.



Como llenar ese vacío se debería convertir por tanto en el objetivo de todos aquellos y aquellas que celebran de una forma u otra el Aberri Eguna. A no ser que queramos celebrar la derrota continuada de la patria vasca otro siglo más. Pues una patria no autodeterminada y soberana es como una tormenta sin lluvia, viento, relámpagos y truenos . Es pero no es.

Muchos, desde tiempo inmemorial, ponen el acento en la importancia de la unidad de todos los abertzales, frustrándose al no entender la imposibilidad que genera en muchos supuestos abertzales una apuesta abierta por la independencia al ir ello en contra de sus intereses de clase. Tendrían que recortar la exigua autonomía, limitar la capacidad de gestión y todo el entramado colaboracionista para que ese nacionalismo fiscal , de bolsillo y capillla pierda la influencia económica que tiene y dejen de sentirse cómodos en el estado español. No ha ocurrido casi en 100 años y tampoco ocurrirá en otros 100. Y es que en el caso de ocurrir, ese nacionalismo regional aun así optaría por tener de “contrincante” al estado bipardista del ppsoe que a una izquierda patriota amplia en un estado soberano. Focalizar en ese nacionalismo fiscal los deseos de unidad abertzale no solo no va a traer soberanía sino que va a dejar vendida a la clase trabajadora vasca mientras que la centralidad de ese nacionalismo de postín se va a reforzar.
Otros, a parte de interesarse por la unidad abertzale ponen el acento en la estrategia a seguir para lograr el objetivo de la independencia con una agenda determinada aun por construir. Pero tanto la estrategia como la unidad son solo meras herramientas que sin un proyecto definido son incapaces de generar adhesión más allá de los convencidos.
¿Y cuál es el proyecto que puede poner al pueblo detrás?. No va a servir decir que la independencia da solución a los problemas. Tampoco que la soberanía económica nos hará “salir de la crisis”. O que simplemente “España” es nuestra “ruina”. Entre otras cosas porque no es del todo cierto. Hay más tajada que cortar. El abertzalismo clásico tiene sus limitaciones, y en su variante idealista y romántica lo tiene muy difícil para abrirse paso en zonas estratégicas y fundamentales de cara a la independencia como el triángulo que forman Uribe kosta, Ezkerraldea y Bilbo (donde viven 1 de cada 3 compatriotas) o la zona sur de Nafarroa Garaia.
La constitución de un Estado es el asegurar unos intereses de clase. Cuando esos intereses se aseguran nace el poder constituyente. Es decir, las masas optan en función del beneficio objetivo y si logran tener más fuerza que sus contrarios irreconciliables. No simplemente a nivel numérico sino fuerza con toda su amplitud.
Las coordenadas de la sociedad vasca no son un misterio. Al igual que todas las sociedades es de clases. Tampoco es un misterio su composición. La mayoría de la sociedad vasca es clase trabajadora pese a que esté hegemonizada por la burguesía y dos estados capitalistas. Conocemos el recorrido histórico de nuestro pueblo. ¿Entonces qué ocurre?
Un amigo parco en palabras me suele sintetizar todo esto. Antes teníamos la fuerza pero nos fallaba la actuación de la masa. Ahora no tenemos la fuerza y la masa sigue fallando.

Y es que la clave está en pasar de ser “pueblo abertzale de izquierda” a clase trabajadora nacional constituyente. Esa es la unidad necesaria. Los parámetros de tal unidad son diferentes a la acumulación de fuerzas partidistas incluso ideológicas en términos abertzales clásicos. Ofrecer a la clase trabajadora vasca un proyecto centrado en ella, donde los beneficios objetivos del Estado soberano puedan ser palpables. Adoptar de cara a ello una estrategia adecuada y sacar la fuerza necesaria aunque sea de flaqueza. Algo muy distinto que el intento de seducción del nacionalismo fiscal donde siempre acaba seducida la clase trabajadora o negociaciones entre partidos que se quedan en ellos. La unidad de los y las de abajo de cara a la independencia y en camino del socialismo es posible en la Euskal Herria de hoy en día si se va a por ello y no se deja nada para después. Ese después no llegará si no se hace ese algo antes. 82 Aberri Egunas han sido ya testigo.

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