Francisco González Tejera | Viajando entre la tormenta | 27/04/2014
Constructoras millonarias de dentro y
fuera de las islas compran presuntamente a cargos públicos a cambio de
prebendas y favores. Cientos de casos de corrupción política vinculada a
la especulación urbanística son la cotidianeidad en un archipiélago
destruido, con cientos de miles de personas desempleadas, desahuciadas
de sus viviendas, sobreviviendo bajo el umbral de la pobreza, con uno/a
de cada tres niños/as en situación de malnutrición y pobreza extrema.
Esta es la realidad de Canarias,
mientras una minoría se enriquece hasta más no poder, la mayoría de su
pueblo sufre de hambre y miseria extrema. Un territorio, un pueblo,
arrasado, prisionero del cemento, del hormigón, de sus particulares
hombres del traje gris, que compran a precio de oro cada nuevo proyecto
con maletines repletos de billetes de 500 euros.
Unos supuestos “favores” económicos que
son bien recibidos por parte de una casta de sinvergüenzas, que acceden a
la política para llenar sus cuentas corrientes. Personajes conscientes
que de ser condenados por la justicia las penas serán cortas, que en
caso de entrar en la cárcel no pasarán más de dos años, para luego salir
y disfrutar con lo robado a cuerpo de rey.
“Merece la pena el riesgo compadre”, se
dicen entre cenas de lujo, putas, vicios caros en sus casinos y juergas
constantes, acompañados por ciertos ministros, alcaldes, concejales
depravados y otras bandas del coche oficial, los trajes caros, con ese
hortera look estilo “Corrupción en Miami”: hay que preservar las
tradiciones de la “Cosa Nostra”, faltaba más.
Solo en Lanzarote hay más de doscientas
imputaciones por corrupción, en el resto de las islas son miles. No
escapa casi nadie, quien más quien menos acaba con la mierda hasta el
cuello, pero en muchos casos respaldados por sus electores/as, que
siguen votando con el viejo lema a pie de urna: “mejor ladrón conocido
que ladrón por conocer”.
Esta es la imagen que tratan de ocultar
en el exterior, la que no sale en los spot televisivos con playas de
arena blanca, chicas en bikini y hoteles con el todo incluido: un
archipiélago corrompido, con cifras de empobrecimiento cercanas a
cualquier estado africano de los más bananeros, dictatoriales y
criminales.
Los gestores de este genocidio social
ahora quieren convertirnos en base militar. La OTAN campa a sus anchas
en los aeropuertos y puertos, convirtiendo esta humilde y frágil tierra
en plataforma de agresión contra los pueblos de continente negro, donde
como bien predijo el genial poema de Pedro Lezcano, “La Maleta”: “(…)
Los niños africanos, desvelados bajo la lona de sus tiendas, mirarán con
horror las siete islas, no como siete estrellas, sino como las siete
plagas bíblicas, las siete calaveras, desde donde su muerte, y nuestra
muerte, indefectiblemente se proyectan…”.
Toda la basura junta ha traído esta
gentuza y sus cipayos políticos del sobre a esta desgraciada tierra:
turismo basura, destrucción natural, aculturización, militarismo,
represión policial, criminalización de personas y movimientos sociales,
empobrecimiento generalizado, suicidios por razones económicas, hambre
infantil, desahucios a palos y patadas, desempleo masivo y ahora
petróleo, para remachar el clavo siniestro, y acabar por destruir lo
poco que nos queda de biodiversidad marina.
Escoria atrae escoria, como en todo el
estado español nos roban el futuro, nos condenan a la indigencia, a una
pobreza con sabor y olor a glamur, a bronceador del caro, a ron reserva y
cola, a cocaína de ricos poco cortada. Un hedor a muerte y oscuridad, a
miedo, a desmovilización social, a una triste colonia de esclavos/as, a
sindicatos mayoritarios españolistas vendidos a la mafia, a inminentes
muertes por hambre en pocos meses.
Es solo el principio de unos tiempos
terribles, que convertirán Canarias en el paraíso del crimen, las
guerras, él narcotráfico, la explotación y la delincuencia
político-empresarial de guante blanco.
Esto no ha hecho más que comenzar,
estamos en el primer acto de un plan terrible, genocida, que convertirá
un ideal paraíso natural de paz, solidaridad y hermandad entre los
pueblos de la tierra, en territorio para el dolor, la sangre y la
planificación premeditada de la barbarie.
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