El
próximo lunes primero de septiembre, las calles citadinas, los
transportadores fluviales más básicos o los lomeríos del occidente,
centro y oriente en Cuba, se cubrirán de un mar de colores rojo, blanco,
mostaza, azul y carmelita, en función del millón ochocientos mil
estudiantes de enseñanza primaria, media o tecnológica que
se dirigirán a las aulas. Valga el lugar común, tan común, que no será
noticia en los grandes medios de prensa que escudriñan hasta la saciedad
nuestros más pequeños y reales deslices.
Imposible olvidar en estos datos, otros
cien mil que ocuparán las aulas de 22 universidades, redondeando la nada
despreciable cifra de un parcito de millones de estudiantes, algo así
como la quinta parte de la población de este verde caimán, incluyendo
sus cayos e islas adyacentes.
En muchas aulas faltarán las altas
tecnologías, los necesarios equipos de laboratorio, las
supercomputadoras o los grandes proyectores. Obviamente que también será
insuficiente la tan ansiada Internet que todos queremos, pero en
ninguna faltará amor y siempre sobrará conocimiento.
No existen los datos reales de los que
estudiarán artes marciales, aprenderán ejercicios aeróbicos, cursarán
formaciones en lenguas extranjeras o simplemente aprenderán a manejar un
auto o una motocicleta. Dichos números, se solapen o no con los otros,
sumados a los autodidactas, nos ubican en un país eminentemente de
estudiantes, desde las edades más básicas hasta las más avanzadas.
Los centros mediáticos aducirán como
disculpa, que la noticia se produce cuando el hombre muerde al perro,
pues lo contrario, por abundante, no destaca. Aunque bueno es decir que
esta situación comúnmente cubana, es una rara excepción, casi una
utopía, dentro de actualizados informes públicos de la UNESCO, la OCDE o
cualquier otra institución internacional, que sitúan en dos cifras
porcentuales, los índices de analfabetismo, la falta de escuelas o la
insuficiencia de maestros, sin importar lo desarrollado,
subdesarrollado, frío o caluroso, en zona de paz o de guerra, donde
pueda ubicarse el país que aparezca en la correspondiente tabla.
Los primeros en estar insatisfechos,
somos los mismos cubanos, que de una forma u otra hemos pasado en este
agosto, el viacrucis de llevar una talla superextra de uniforme a la
reducción extrema para que el reflaco, y dejo claro, no enfermo,
hijo, nieta o sobrino, se vista su uniforme, pues alguien con poder,
metió el delicado pie al no establecer un correcto plan, para que la
correspondiente distribución de ropa escolar, fuera satisfactoria.
Claro, tampoco será noticia, pues no la
reprodujeron cuando sucedió, que el funcionario de la Oficina Regional
para América Latina y el Caribe, declarara a Cuba como ejemplo de
formación educacional, ubicándola en el primer lugar de América y
también en la cima de los países con ingresos bajos que más recursos
dedican a la educación.
Todo esto sucederá 55 años después de que
Fidel llamara a crear diez mil aulas, para que la misma cantidad de
maestros tuviera trabajo y que dos años después, todo desembocara en la
proeza de la fundacional campaña de alfabetización. Una simple operación
aritmética nos da como resultado que dos millones de personas no caben
en diez mil aulas. Eso, en cualquier parte del mundo, se llama
crecimiento sostenido.
En muchos países, incluidos los de amigos
más o menos cercanos, se repetirá este año la situación de no tener
maestros y si los tienen, algunos estarán en huelga por mil y una
razones. O serán los estudiantes los que luchen por bajar los costos
educacionales o por la condición de sin futuro, luego de graduarse. O
serán, al final, simples estadísticas para engrosar las ya citadas
tablas internacionales.
Tampoco, por su misma condición de lugar común, serán noticia los jóvenes que ingresan en Cuba a la Escuela Latinoamericana de Medicina,
la cual hace ya mucho tiempo sobrepasó las fronteras de esta zona al
sur del Río Bravo, ni los maestros cubanos que prestan servicios por el
mundo, o el sistema Yo sí puedo y mucho menos será
titular, que en todos esos casos estamos ofreciendo lo que nos falta,
pues nuestros valores dejan bien claro que entregar el sobrante, no es
el mejor de los ejemplos.
Y esa última condición, me obliga a estar
de acuerdo con algunos titulares, donde de producirse, obviamente para
criticarnos, se nos acusará de lavar cerebros y convertirlos a
propagandistas. Es verdad. Y me declaro seguidor de la propaganda que
inculca valores de solidaridad, respeto y sacrificio, al igual que me
declaro seguidor de los ejércitos compuestos por docentes y personal de
salud, por sobre las armadas de balas y cañones.
Muchos lugares comunes sobre logros cubanos que serán despreciados como titulares, pero de eso quería compartir con ustedes.
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