miércoles, 24 de septiembre de 2014

Euskal Herria estado policial

Joseba Asensio, más conocido como "Kirruli", comenzó su militancia clandestina en ETA en 1978, mientras otros emergían a la superficie para dejarse caer rendidos de deseo en los putrefactos brazos del fascismo. Dos años después era detenido, cayendo en las sádicas manos, durante diez interminables y agónicos días, de Antonio González Pacheco, "Billy el niño". Le cayeron nueve años por "colaboración con banda armada, estragos y tenencia ilícita de armas". Cumplió seis. El nueve de junio de 1986, tras pasar por las cárceles de Carabanchel, Burgos, Soria, Puerto de Santa María y Alcalá-Meco y haber enfrentado seis huelgas de hambre, falleció en el centro de exterminio Herrera de la Mancha, a causa de la tuberculosis. Un catarro, le diagnosticaron en dichas mazmorras. La suspensión del código deontológico es una de las condiciones sine qua non para ejercer la medicina en las prisiones.
Al día siguiente, el diez de junio de 1986, los familiares, amigos y compañeros de "Kirruli" transportaban su féretro por las calles de Bilbao. Su cuerpo muerto era un símbolo vívido del terrorismo de Estado, de las políticas carcelarias orientadas al exterminio. Entonces sucedió. Las imágenes aún dejan hoy un aroma de horror y estupefacción. Los GALgos ordenaban a sus alimañas abrir las fauces. La policía comenzó a cargar sobre la comitiva fúnebre, ensañándose con particular crueldad con el padre del joven fallecido, dejando a su paso alrededor de cuarenta heridos.
De, aproximadamente, el minuto 2:16 al 2:44 del vídeo que acompaña a estas palabras se puede observar el inicio de la carga. La vesania fascista concentrada en apenas unos segundos que, desde luego, merecen ser recordados.


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